“La mañana en que a la última hija de los Lisbon le tocó el turno de
suicidarse –esta vez fue Mary y con somníferos, como Therese-, los dos
sanitarios llegaron a su casa sabiendo exactamente dónde estaba el cajón de los
cuchillos y el horno de gas y dónde la viga del sótano en la que podía atarse
una cuerda. A nosotros nos pareció que, como siempre, salían demasiado
lentamente de la ambulancia, mientras el gordo decía en voz baja:
-
Que no es
la tele, tíos, aquí no hay que correr.”
(Párrafo inicial de la
obra)
El despertar a la vida, al deseo
y a la sexualidad de las protagonistas de las Vírgenes Suicidas (Anagrama: 2007) de Jeffrey Eugenides (Detroit,
1960) las llevarán a un callejón sin salida donde tropezarán de manera
irremediable con la moralidad de la educación recibida por una madre estricta, por
la presencia casi invisible del padre y por la vida estereotipada de la clase
media norteamericana. En menos de un año y medio, las cinco hermanas,
adolescentes de trece y diecisiete años, se suicidarán.
Las hermanas Lisbon, observadas
desde lejos por un grupo de jóvenes adolescentes atraídos por ellas, configuran
para los chicos un enigma al que se enfrentan en su adolescencia y al que vuelven en la edad adulta, en un
intento de buscar la explicación a la fatídica tragedia a la que llegaron las
cinco.
El suicidio, el terrible final de
cada una de ellas, aparece quizás de manera metafórica, como la única manera de
acallar y aniquilar el deseo que habita en su despertar a la vida
adolescente. Como si no estuvieran
preparadas para el estallido sexual que deviene en la juventud, y para el que
no han sido educadas.
En su viaje hacia la vida adulta,
las chicas deciden no traspasar esa frontera; quedando para siempre en una
eterna adolescencia, lugar mítico al que vuelven como adultos, los chicos que
en su día estaban atraídos por ellas y por el enigma que encerraban.
Una historia terrible que se
suaviza por la narración en primera persona de los chicos, los narradores que
observan todo desde fuera, con distancia, asombrados por los sucesos.
Este libro me gusta mucho porque los
conflictos ahondan en el territorio mítico del paso de la niñez a la vida
adulta. Momento crucial en la vida de las personas, y que puede llegar a ser
terrible para muchos. Por un lado, el dolor, la pérdida de la niña que se fue;
y por otro, la entrada en el mundo de los mayores, con sus responsabilidades y frustraciones.
También destaco la reflexión que
se puede llegar a hacer de los efectos de una educación alienante, que pretende
convertir a las personas en estereotipos, representantes de un tipo de sociedad
y creencias determinadas, una educación que puede llegar a aniquilar la
subjetividad del individuo. En este caso, educar a unas adolescentes para que
encajen en el estereotipo de mujer que representa la madre, prepararlas para
reproducir el tipo de familia en la que han crecido, en un barrio determinado y
en una ciudad determinada; con el objetivo de que todo encaje en la maquinaria
social. Pero en este caso, no fue así y el fracaso de esa educación y de esa
forma de vivir estalla ante los ojos de todos tras el suicidio de las hermanas.
En las culturas antiguas, en los ritos de transición a la vida adulta, los jovenes tienen que morir de forma simbólica para renacer como adulto. En la historia, las hermanas Libon mueren literalmente imposibilitando así su crecimiento, su madurez; atrapadas para siempre en el País de Nunca Jamás, quizás porque al modelo de mujer al que debían renacer estaba muerto de antemano.
En las culturas antiguas, en los ritos de transición a la vida adulta, los jovenes tienen que morir de forma simbólica para renacer como adulto. En la historia, las hermanas Libon mueren literalmente imposibilitando así su crecimiento, su madurez; atrapadas para siempre en el País de Nunca Jamás, quizás porque al modelo de mujer al que debían renacer estaba muerto de antemano.
También destacar la magnífica
adaptación cinematográfica de Sofía Coppola
(Nueva York, 1971) estrenada en 1999, con una cuidada estética
preciosista, en la que queda exaltado el universo femenino de las jóvenes,
frente al ambiente gris que reina en el hogar. Y una cuidada selección de
melodías en su banda sonora la convierten en el
complemento perfecto a la obra literaria.
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