
Leí esta obra después de leer los magníficos diarios de la autora, y quedé cautivada. Ahora vuelvo a releer Una habitación propia y me asombro con los párrafos que entonces subrayé, buscando en esas palabras el maná con las que alimentar mi deseo de escribir. De entre sus páginas, nos dice que:
"Sería una lástima terrible que las mujeres escribieran como los hombres, o vivieran como los hombres, o se parecieran físicamente a los hombres, porque dos sexos son ya pocos, dada la vastedad y variedad del mundo..."
Y recuerdo el gran descubrimiento que hice en cuanto a mis lecturas, mi voz al narrar y mis personajes; asombrada comprobé que predominaban entre ellos las voces masculinas. En los libros de mi biblioteca, y en mis creaciones la voz de hombre se levantaba, en cuanto al número, por encima de las mujeres como si de un tótem se tratara.
Y empecé a leer autoras, grandes desconocidas también para mi: las hermanas Brönté, Mary Shelley, Jane Eyre, Clarice Lizpector, Alice Munro, Ana María Matute, Gloria Fuertes, Toni Morrison...Y poco a poco, mi voz de mujer empezó a fluir en los relatos, una voz necesaria para mí, pues sin ella no podría escribir; y si lo hiciera, sería de una forma despersonalizada y estereotipada... un provechoso trabajo de elaboración personal donde pude conquistar, de forma creativa, por fin, mi voz: "una voz propia".
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