Winston Churchill (1874-1965) obtuvo el Premio Nobel de literatura en 1953. De esta manera se reconoció su obra escrita de carácter histórico, biográfico, así como los brillantes discursos donde en numerosas ocasiones fueron exaltados los valores humanos.
En su juventud se graduó en la Real Academia Militar de Sandhurst, y sirvió en la India y Sudán. Posteriormente pidió la excedencia para acudir como observador militar y corresponsal en la Guerra de Cuba en 1895, y destacó que los españoles eran “gente orgullosa que no pasaba por alto un insulto”. También estuvo en Sudáfrica como corresponsal en 1899, en la Guerra Bóer , donde se convirtió en héroe nacional al protagonizar una arriesgada fuga tras haber sido capturado.
En 1900 comienza su carrera política, desempeñando varios cargos como diputado, ministro de interior, y ministro de marina para finalmente acabar sucediendo a Chamberlain como primer ministro, el 10 de mayo de 1940.
El mundo recuerda a Churchill por su templanza y coraje al frente de un país, la Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial, en sus horas más dramáticas. Churchill con su aspecto afable, siempre bajo un bombín y chupando un grueso puro, guió a sus compatriotas cuando resistían el imparable avance del fascismo en Europa.
Al inicio de su primer mandato durante los difíciles días de 1940, ya iniciada la II Guerra Mundial (evacuación de Dunkerque, caída de Francia en poder alemán y batalla de Inglaterra), la combatividad de Churchill y sus enfervorizados discursos infundieron ánimo a los británicos para continuar la lucha. Es indiscutible la magnífica oratoria de su famoso discurso del 4 de junio de 1940 (http://en.wikisource.org/wiki/We_shall_fight_on_the_beaches ) lleno de coraje y valentía en el que alentaba a sus compatriotas a no rendirse jamás, cuando parecía inevitable que los alemanes invadieran la isla; son destacables sus palabras finales tras describir los difíciles momentos en los que se encontraban:
...continuaremos hasta el final... lucharemos en Francia... lucharemos en los mares y los océanos... lucharemos con cada vez mayor confianza y mayor fuerza en el aire...
...defenderemos nuestra isla cueste lo que cueste... lucharemos en las playas... lucharemos en las pistas de aterrizaje... lucharemos en los campos y en las calles... lucharemos en las colinas... nunca nos rendiremos...
...continuaremos hasta el final... lucharemos en Francia... lucharemos en los mares y los océanos... lucharemos con cada vez mayor confianza y mayor fuerza en el aire...
...defenderemos nuestra isla cueste lo que cueste... lucharemos en las playas... lucharemos en las pistas de aterrizaje... lucharemos en los campos y en las calles... lucharemos en las colinas... nunca nos rendiremos...
Me gusta mucho este discurso, me parecen unas impresionantes palabras para una persona que empieza su mandato como presidente, de un país envuelto en una guerra, apenas un mes antes.
Y me gusta porque a veces, y sobre todo, en tiempos de crisis, se hace necesario que alguien con la inteligencia y la templanza de políticos como Churchill —aunque también tuvo sus sombras, como cuando de joven fue ministro de interior y ninguneó a las sufragistas cuando pedían votar— alentara a las personas a seguir su lucha diaria con coraje y valentía. Porque cuando enciendo la televisión, escucho la radio, o leo la prensa tan solo me encuentro con una oratoria política pobre, vacía, demagógica, cobarde e impostora, y desde luego una oratoria nada literaria, vaticino que ninguno de su declamadores ganarán el Nobel de Literatura.
Winston Churchill es célebre también por sus frases, hoy quiero finalizar con una de ellas:
“Un político ,debe ser capaz de predecir lo que pasara mañana, y la semana, el mes y el año próximos. Y también debe ser capaz de explicar por que no acertó.”
Yo leí sus Memorias. Y no la edición moderna (y resumida, dicho sea de paso), sino la antigua, la de mi abuelo: seis tomos de más de mil páginas cada uno, en papel de fumar y letra minúscula. Les dediqué dos años, a ratos sueltos, un poco cada día, sin abandonar otras lecturas. No puedo decir que sea el mejor libro que he leído, pero sí, seguro, uno de los que más me ha impresionado y uno de los pocos que me ha hecho cuestionarme y replantearme mis ideas (en la medida en que yo pueda ser capaz de albergar alguna) y mi forma de pensar acerca de muchas cosas. Tendría sus zonas oscuras, seguro. Muy oscuras, incluso. Pero es cierto que hoy resulta prácticamente imposible encontrar políticos y líderes de esta talla
ResponderEliminarBueno Leandro, eres un fenómeno, una grata caja de sorpresas, si hay alguien autorizado aquí para hablar de Churchill ese eres tú, sin duda.
ResponderEliminarY sí, confrontar la biografía de un político como Churchill con la de otros políticos (que cada uno ponga el nombre que quiera) de estos tiempos da mucho que pensar.
Un abrazo
Me temo que yo no estoy autorizado para hablar de nada. Lo olvidé casi todo, una vez más. Conservo más impresiones que información. Lástima
ResponderEliminarPues no subestimes el poder de las impresiones y las emociones, en ellas suele haber mucha verdad.
ResponderEliminarUn abrazo, y por si acaso lo olvidas también, te recuerdo que las patatas se plantan a jeme.