De la conocida autora británica Agatha Christie es posible leer un título distinto cada mes durante siete años seguidos. Y también es posible ver una dramatización distinta de una obra suya cada mes durante dos años.
Personalmente disfruté mucho en su día leyendo obras como Muerte en el Nilo o Diez Negritos, y ahora he vuelto a disfrutar con una obra suya autobiográfica: Ven y dime como vives. Un libro amable y divertido o como ella misma describe en el prólogo “un entretenimiento…, un librillo lleno de quehaceres y acontecimientos cotidianos” en el que nos narra las peripecias vividas en las excavaciones arqueológicas en Siria e Irak, a lado de su segundo marido, el arqueólogo Max Mallowan.
A lo largo de sus páginas podemos sumergirnos en las simpáticas aventuras de este grupo de occidentales hipercivilizados, ciudadanos de Gran Bretaña. Entre lo que se encontraba Agatha, una mujer, que pese a su fama como escritora de novela policiaca, participó por completo en las excavaciones de Max en Siria e Irak, soportando incomodidades y buscando el lado divertido de los desastres que continuamente sucedían y que en numerosas ocasiones eran debidos al choque de culturas.
Podemos ver en las historias que nos narra como estos “quehaceres y acontecimientos cotidianos” son lo suficientemente extraordinarios para hacernos pasar un buen rato. Episodio tras episodio vemos como hombres y máquinas son propensos por igual a crear problemas, y lo mismo da ratones, murciélagos, arañas, pulgas o desórdenes estomacales, todo se nos describe con un guiño amable.
También hay entre sus páginas descripciones que nos acercan a una Agatha Christie apasionada por la vida y que disfruta con la misma; como ejemplo os dejo esta deliciosa descripción del Orient Express en el primer capítulo, un pasaje que nos habla de su fascinación por los trenes y de las promesas de aventura que el emprender un viaje en uno de ellos conlleva:
“Hace muchos, muchos años, cuando iba a la Costa Azul o a París, me fascinaba al ver el Orient Express en Calais y ansiaba viajar en él. Ahora se ha vuelto un viejo amigo de familia, pero la emoción no es menor. ¡Viajaré en el Orient Express! ¡Estoy en el Orient Express! Estoy realmente en el vagón azul que luce una sencilla leyenda en la parte exterior: CALAIS-ESTAMBUL. Es, sin la menor duda mi tren predilecto. Me gusta su tempo, que a partir de un allegro con furore se balancea y traquetea y se agita de un lado a otro en su delirante prisa por abandonar Calais y Occidente, reduciendo gradualmente el ritmo a un rallentando a medida que avanza hacia el este, hasta convertirse decididamente en un legato.”