Mi amor desgraciado, finalista del XXI Premio de Narrativa Torrente Ballester y editada por Siruela, es una obra magistralmente escrita por la escritora Lola López Mondéjar que me atrapó en el primer párrafo, dejándome casi sin aliento y llevándome en vilo hasta el final de la narración.
La obra cuenta la historia de dos mujeres cuya experiencia de la maternidad las afecta sobremanera, una maternidad vivida en desequilibrio, que las sobrecarga, que no las satisface, y que las lleva a cometer acciones que las marcarán a ellas y a sus familias de manera dramática; y que me ha hecho plantearme numerosas e interesantes cuestiones acerca del rol de las mujeres en esta sociedad. Roles que en muchas ocasiones siguen encerrando a las mujeres dentro de una urna en la que solo cabe el papel de esposa, madre, u objeto del deseo masculino…rancios papeles que en muchas ocasiones hacen desaparecer a la persona que la mujer lleva dentro, encasillándola, y que sin embargo siguen vigentes en la actualidad.
Así vemos como Hélène, atrapada en un estereotipo que la cosifica y la convierte en objeto sexual, vive su maternidad como un estorbo insoportable que le impide seguir desempeñando el papel que su marido le demandaba, pues sólo vivía para ello, y que la llevan a cometer el triste infanticidio, pues el ser madre la lleva a la renuncia total de su vida anterior, a su muerte simbólica, el único rol con el que se identificaba: “Cada vez que tenía que cuidarlos me sentía fuera de escena, como si hiciese algo sucio, ¡hay tantos pañales que quitar! ¡Tanto olor a heces que soportar! ¡Tanto afanarse, agacharse, recoger, colocar! ¿Cómo iba a permitir que él me viese de esa manera? Era antiestético, ¿me comprende? No hay imágenes, no hay películas que hagan hermoso e interesante el cuidado de los niños, y yo me sentía fuera de escena, desenfocada. Me irritaba pensar que alguien pudiera verme de semejante guisa: como una vulgar criada.”
Y no menos dañada vemos a la otra protagonista, asfixiada por su papel como esposa y madre y que nos lleva a preguntarnos ¿Qué puede provocar que una esposa y madre huya a una ciudad de otro país y abandone su hogar, a su marido y a su hija, su mundo hasta ese día conocido? La respuesta se puede encontrar en cualquier página de la obra, que está impregnada del motivo esencial que ha provocado que una de las protagonistas tenga la necesidad de desaparecer del escenario donde han transcurrido los últimos años de su vida, como podemos leer en sus páginas: “El amor maternal es un invento de los hombres, se lo digo yo, son los hombres quienes necesitan creer que les amamos por encima de nosotras mismas, sólo ellos. A la larga, las mujeres llegamos a saber qué es una madre, la amalgama de sentimientos que se esconden tras sus cuidados, la muerte de nosotras mismas que comporta; los hombres no. Nunca podrán saberlo. Entonces me quedé tranquila y sola, y eso me gustó.”
Y como vemos, ambas mujeres se mueven dentro de los estereotipos que la sociedad patriarcal tiene destinada para sus ciudadanas del sexo femenino, y paradójicamente lejos de cumplir el cometido para el que han sido programadas, es el propio rol de esposa, madre y objeto sexual el que las destruye, y acaban desarrollando comportamientos nocivos para sus familias y para si mismas.
La lectura de esta obra me ha traído a la mente la imagen de tantas y tantas esposas y madres, familiares y amigas, que pasan la vida trabajando en el hogar, cuidando a su marido y a sus hijos, sin que nadie les reconozca la labor social que realizan, y el sacrificio que comporta para muchas de ellas el dedicar una media de cinco horas diarias a dichos menesteres (a mi me parece que estas encuestas se quedan cortas en número de horas), frente a las escasa media hora que dedican de media los hombres. Así como la no integración de la maternidad en la sexualidad femenina, vivida como un estado al margen de ella.
Y lo que me extraña realmente, es cómo las mujeres que soportan esta situación, al igual que hace una de las mujeres en la obra, no abandonan en masa sus hogares antes de que el daño, que puede provocar en su persona, sea irrevocable, y pienso que quizás este sería otro motivo interesante a analizar: ¿por qué se consiente esta injusticia social en la que la mujer está al servicio de toda la familia? ¿Por qué la seguimos consintiendo las mujeres? ¿Por qué la consienten los hombres? ¿Y dónde está nuestra responsabilidad como mujeres y hombres y en definitiva como seres humanos para evitarlo? Y realmente creo, sin lugar a dudas, que quizás en la solución a este problema vaya implícito parte de nuestro equilibrio y nuestra salud como sociedad.
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